Hay muchos factores, internos y externos, que afectan al estado de la piel y que influyen en su aspecto y en sus sensaciones. Por ejemplo, al tener su barrera dérmica dañada, la piel hipersensible es más propensa a la irritación que la dotada de un buen equilibrio.

 En algunos factores no podemos influir, pero en muchos otros sí que podemos. Un minucioso cuidado de la piel puede protegerla y la ayuda a conservar su aspecto sano durante más tiempo.

 

La deshidratación excesiva puede provocar que la piel se contraiga y se vuelva frágil, lo que puede desembocar finalmente en grietas, notando picores, descamación y enrojecimiento. Muchas de estas pieles acaban generando mayores problemas con dermatitis, eccemas, rosácea, etc.

La piel se vuelve seca cuando comienza a perder sus lípidos naturales resultado de la rotura de la barrera natural de lípidos de la piel. La capacidad de retención del agua por parte de la piel está deteriorada.

Hay muchos factores que van a hacer que nuestra piel pierda el nivel de agua que necesitamos, tanto externos (clima, exposición al sol, exposición a productos químicos y detergentes (peluqueras, limpiadores, mecánicos), como internos, por ejemplo, genética, hormonales (menopausia, embarazos), mala alimentación, etc.

La piel se debe hidratar al menos dos veces al día. Consulta a tu farmacéutico/a para que te recomiende cuál es el producto adecuado según tu tipo de piel y estilo de vida.